UNA PROCESIÓN EXTRAORDINARIA EN CLAVE CASTRENSE

21.04.2019 19:42

La plaza de San Pablo de Valladolid ha sido testigo de la salida de una nueva procesión en el Sábado de Pasión vallisoletano. El Palacio Real abría sus puertas al Cristo de la Misión, una talla del siglo XVII de la escuela castellana, que representa a un Ecce Homo. Olvidada en un polvorín del Ejército, fue descubierta por el cabo primero Díaz Bajo que reparó en su presencia hasta entonces casi desapercibida. Su restauración artística y su recuperación para el culto confieren a la historia de esta talla un halo de redención que suscita cariño e interés.

 

La imagen que es propiedad del Ejército y más concretamente de la AALOG 61 de Valladolid, unidad a la que pertenece el polvorín en el que fue redescubierto el busto de este Ecce Homo, ha sido depositada en la capilla del Palacio Real, sede actual de la IV Subinspección General del Ejército. Allí se puede admirar su restauración, allí recibe culto y desde allí ha sido sacada en procesión gracias a un acuerdo entre el Ejército y la Cofradía del Santo Cristo de los Artilleros.

Esta cofradía celebra este año su 75 aniversario. Su vinculación al Ejército y especialmente al Arma de Artillería le llevó a considerar la idea de procesionar esta imagen, como acto central de su programación para celebrar este cumpleaños. A su favor contaba con su iconografía, que bautizada como Cristo de la Misión, es un Ecce Homo como la imagen titular de la Hermandad del Cristo de los Artilleros. El acuerdo al que llegó con el Ejército posibilitó su salida procesional, para lo cual se reconvirtió la imagen en un Cristo sedente y se decidió portarlo en andas.

Y así salió del antiguo edificio de Capitanía. Primero a hombros de los militares que bajo los acordes del himno nacional traspasaron las puertas de su casa, para dejar la imagen a la vista de los cientos de vallisoletanos que se dieron cita para ver esta procesión extraordinaria

Tras ellos y ante la mirada del General de la IV SUIGE, del Hermano Mayor del Cristo de los Artilleros, de representantes militares, de cofrades y de ciudadanos curiosos y expectantes se produjo el relevo en las andas. Los militares dejaron su lugar a los miembros de la cofradía que con la cadencia y el ritmo de su paso comenzaron su lento caminar por las calles del casco antiguo de Valladolid. A su lado, la escolta de una escuadra de soldados dejó patente el compromiso y el vínculo del Ejército con esta procesión. Junto a ellos un relevo de la Cofradía del Ecce Homo de Nava, hermanada con la de los Artilleros, rompía la uniformidad del morado.

El sol brillante de la salida se tornó sombra acogedora al girar por el Palacio de Fabio Nelli y adentrarse en las calles estrechas que nos recuerdan el pasado de esta ciudad, donde los blasones de las casas señoriales y los conventos hablan en silencio de otros tiempos y de otros modos y maneras. Es quizás en este entorno donde el lento paso de nuestro Cristo cobra mayor autenticidad, porque son la austeridad, el silencio y el recogimiento los parámetros exactos donde se encuentran nuestra alma castellana y el profundo dolor de un Cristo sufriente.

Nuestro camino nos lleva, tras dejar los muros que albergan uno de los antiguos conventos de clausura que escoltan nuestros pasos, hasta el convento de Santa Isabel, la sede de nuestra Hermandad. Los franciscanos que comparten allí su sede con los Artilleros hicieron estación a la puerta del convento en un gesto de cariño y hermandad que agradecemos.

En la reflexión que dirigió nuestro Páter frente a las "isabelas" se refirió a la misión redentora de Cristo y al paralelismo con el papel que hoy juegan las Fuerzas Armadas como garantes de la seguridad. Las "misiones “de tantos militares en aquellos países donde la paz está amenazada, tienen en este Cristo su anclaje divino, el pilar donde apoyarse y su fuerza protectora.

Caía la tarde cuando regresábamos al Palacio. Cuatro horas a paso lento llegaban a su recta final con la ilusión intacta y con la emoción contenida, al contemplar la imagen menuda de nuestro Cristo mecido por los cofrades entrando de nuevo en su casa.

En señal de respeto la Bandera no había sido aún arriada, y en el patio esperaba una amplia representación militar, para finalizar el día con el mismo ritual que se realiza en todos los cuarteles al llegar el ocaso. En medio de un silencio casi sobrecogedor y en el entorno privilegiado del patio porticado del Palacio Real, se entonaba " La muerte no es el final", la oración que se eleva por los soldados de todos los tiempos que murieron cumpliendo su misión. El toque de oración en el que los guiones militares y los pendones de la Hermandad se inclinaron juntos ante la imagen del Ecce Homo, para rendirle honores, era el epílogo de esta procesión que hacía historia en la Semana Santa de Valladolid. Ojalá sea el comienzo de una nueva tradición que se sume a los desfiles procesionales de esta vieja ciudad castellana.

 

 

Mercedes Pordomingo Esteban

Cofrade de la Hermandad del Cristo de los Artilleros

Teniente RV

 

 

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